lunes, 21 de febrero de 2011

Oda al último eritrocito en pie


Yo tengo, es bien sabido,
un  triste eritrocito
 discoide , pequeñito.
Que un día en la batalla
del transporte y la entrega
se ha sentido perdido.
La biconcavidad
de horas primigenias
no imaginó jamás
desolación extrema.
Hoy sus días se esfuman,
 y es casi esferocito
me reclama en razones
 se ha quedado vacío.
Así va por la vida, mi pobre
globulito sin descendencia cierta,
sin reticulocitos…
De médula al inerte
camino en capilares
la vida se le escurre
en pálidos finales.
 Yo le ofrezco paupérrima
sideremias nefastas
y él me da sin reparos,
incansable, sin treguas
 difosfogliceratos .
Al vivir con lo mínimo,
con lo escaso , lo magro
el transfunde a mi alma,
(al futuro tan tímido)
ilusorias recetas
de milagro y oxígeno.
En la senilidad
de sus días extintos,
en la recta final
de su divorcio hemínico…
yo lo arrullo, lo observo
y le canto al oído
las más dulces palabras
que tal vez le hayan dicho:
“Diaforático rey, oxidoreductivo”
del perdón de tus días
coroné mis vacíos.

viernes, 22 de octubre de 2010

Coordenadas para cometer un crimen


Esto de acariciarte
Con el extremo sur de mis pestañas
Con la intención, con la razón,
Con el tesón, la misma nada.
Con este aire entre los dos que llaga.

Esto de consentirme
Y concederme este derecho de distancias  magras
De hacerte mío con silencio atroz
Tan sólo con la carne de mi voz callada.

Esto de refugiarme
Acometer y arremeter feroz, voraz
con premeditación y alevosía reiteradas
Sin más excusas, sin perdón y sin coartada.

Esto de elucubrar
La escena exacta, la inclinación, la sala
Y para devorarte y demorarme en vos
en la contemplación de tu mirada.

Esto de respirarte
A 38° latitud del sur, 57 ° longitud oeste
Y para sucumbir, izar el pabellón
desmantelar y reescribir la nueva  trama.

Y para consumirme y consumarte
Y para cometerte y convidarte
Y para contagiarme
Y para concurrir y canturrear
Y tal vez conservarnos y cambiar
Y para concebir el crimen tan deseado.

Y para deslizar  y sistematizar
Y para claudicar, capitular
Y para naufragar
Encontrarte –encontrarme  así sin más
conjugando otro Hado

Resulta imperativo, es esencial
Fundamental. Es primordial.
Establecer la coordenada exacta de tu espacio.

lunes, 18 de octubre de 2010

Caducifolio (A mi madre: mi lugar en el mundo)


No te apagues deciduo
Árbol mío callado
No te escurras, te agotes
No abandones tus soles.

Sé mi bosque por siempre
el de Hood, el de otros.
La madera, el perfume
el refugio y el soplo.

Incipiente, cual brote
me cubriste de estrellas
cuando en mi nimiedad
elevabas  tus ramas
para darme  la luna
a sorbos- cucharadas.

En la metamorfosis
de esta vida, la mía
fui tu brote, la flor,
fui la fruta amarilla.

Hoy soy pájaro azul
de la ignota presencia
no imagino mi nido
sin tu luz, con tu ausencia.

Bajo el fiero huracán
protegiste mi cielo
evitando lo gris
lo cubriste de flores.

Si volar he aprendido
Lo alcancé de tus ramas
En tu hoja inmortal
vi brillar mis mañanas.

He bebido tu néctar
de primaverales años
Y con él, la sapiencia,
la entereza, la aurora,
la esperanza, la fiera.

Vi caer las nevadas,
en tus gajos desnudos
y sorteando estaciones
te cubriste de flores


En veranos de otros, primaveras foráneas
Con tu savia curaste las heridas ajenas.
Aunque en ello restaras el ramal de tus días
al viento regalabas  con tu polen la vida.

Sin embargo pulsaba en tu estoica raíz
un futuro perfecto que latía y latía
Mientras otros bebían…

Y me diste de hogar  rebosante follaje
Para el hoy, el mañana,
la ilusión y los años.

Me enseñaste de arrojos
Y que no hay vuelos vanos
Aferrada a la luna
Soportar las vacíos.

Hoy tu tronco quebrado
Se deshace en mis manos
Y soy nada, soy nadie
Sólo un pájaro gris
que te ve claudicar
sucumbir al ocaso.

Y quisiera sin más
Por el siempre, el perpetuo
ser la savia que bebas
encender primaveras.

Y llegar como vos
con el clima templado
Y serena cual lago
entibiar tus mañanas.

Darle inmortalidad a tus hojas carnosas
Y feliz con mi vuelo
abonar tus raíces
Regalarte esos sueños
Que perdiste, que diste…

Y ofrecerte estas alas
Renacer en tus brozas.             
ave caducifolia
para su árbol perenne.

viernes, 6 de agosto de 2010

Sin brújula, por Judith Márquez


Vuelo hacia vos, voy a vos
En la luz, en la penumbra
En el infierno mismo
En este invierno…

Nado hacia vos en la hojarasca errante
Me elevo hasta tu orilla, me sumerjo.
Asiento tus distancias
me reconstruyo , persevero y creo.

Me hundo en la presencia remota de tu encuentro
Corro hacia vos, en la distancia cercana
te presiento…

Sujeto manecillas de reloj
Para viajar presurosa en busca de tu aliento
Me detengo en vos, me diluyo
Camino, repto, desvarío
Hablo de vos, me adentro…

Huyo hacia vos. Salto a tu abismo
Emerjo de veranos, de destierros.

Miro en vos, pienso y planeo
Destejo las fronteras del silencio

Sin titubear tal vez, con incesante paso
¡Piernas quebradas y tantos desvelos!
Vuelo hacia vos, voy a vos y tiemblo
En la memoria, en el cerebro ciego.

Temiendo alguna vez erradicar sin más
Arrancar de mi ser  este camino eterno
Quizás  tan sólo sea la ilusión,
la forma de encontrar razón a  mis silencios…

Estás, pero no estás
En mis aquí, en los allá
En mi verdad, en mi credo
La meta que quizás aguarde mi llegar
La tempestad que de ¡por fin!
Respuesta a la ceguera estoica, de mis sueños.


viernes, 2 de julio de 2010

Especies reactivas

Se saturan, Se diluyen Se emulsionan Se disuelven Se licúan Se equilibran Desplazados, Reactivos, Se producen Y se olvidan… Y desandan el camino Y retornan al principio de los tiempos Estrangulan los delirios y el deseo Amarrocan las distancias, los momentos. Y se estancan como aureolas de faroles Sin amor , sin amuleto: Sin aliento. Y vacíos, hemipléjicos y truncos Reconstruyen con fragmentos de otros tiempos El fulgor de amanecer, el centelleo La homeostasis, la marea, los rincones. La memoria… Y este sol imprescindible del invierno.

domingo, 6 de junio de 2010

Tácito, por Judith Márquez


De mí lo oculto  en el cabello
En el rizo, en la vuelta de espirales.
En la antesala de mis uñas
En el resplandor del  respirar nocturno
En la almohada invernal, de golpes de puñal
En la pluma que cae lentamente.
De mí el segundo, el minuto  y horas, tal vez,
con sublimes fracasos
La piel  con su tibieza rebosante de lavandas,
Vainilla y sin querer jazmín y rosas.
La sincronía del silencio roto en mil esquirlas de murano antiguo
La melodía de mi sombra danzando en madrugada
El despertar de  ojos arañando la luna
Enhebrando las voces de recuerdos gastados.
De vos lo implícito, lo nunca visto, lo perenne, lo ciego para otros
La impercepción del movimiento de tus horas
La locura , el arrojo , el honor y el delirio
La remembranza histórica de pasos y tropiezos
La quimera, el ardor, la eternidad sin ojos
De mí lo tuyo, que es también lo mío
De mi tu sol, mi Tierra y Marte,
Es  ese lago azul, el río virgen
La plenitud de aquel cañón sin pasos.
De mí tu voz, tu media luz y sólo a veces faro
La sinrazón , la huida , el titubear en olas
Tu terquedad, lo magro, el retroceso
De vos, lo mío, esta distancia, este silencio calmo
La inmensidad, lo arrollador, la llama
Lo indivisible, él átomo, el reloj
El positrón con su electrón
Los años…
Y esta existencia gris, a veces tácita 
de irremediablemente amarillos ocasos.

sábado, 15 de mayo de 2010

Víctimas en espejo, de Judith Márquez


Discurren los aullidos  de la aurora
junto a la lágrima, la voz, el ciego azul
de  noches, acordes truncos de guitarras quemadas.
Y escupes sin piedad, y muerdes horas.
Vuelves impiadosa a un comienzo forzado
como si ilógicamente intentaras
tapar el sol con aquel gris de tus dedos flacos.
Y nieva en este mar…
caen meteoros en cunas vacías,
rasgan la piel,  reavivando  heridas.
Lejos sus manos, jamás escucharán que fueron siglos:
de refugio ,  bastión de salvación , de devoción sin pausas.
Y aquel bastón de ciega que, en tiempos de montaña, te guiara…
¡Has dado muerte al que te daba vida!
Quieres tal vez, acribillar un nombre,
Y olvidar que también (tal como él) perdiste en el ocaso
la  penosa batalla de los espejos rotos.
Crepitan sus zapatos bajo la luz asfáltica,
 la lluvia lo detiene  en la partida
 Más ,junto a él la patética ceguera
 tan lacrimosamente igual a la tuya.
La misma que en pasado a otros ojos prodigaras.
Se voltea y te mira busca un paso en vos
Busca en la nada…
Busca la luz en vos,
para ganar alguna vez la guerra ansiada.
Y en el adiós brutal aún te aclama.
Se enrosca a tus pies, se arrastra hasta lo indigno
Se despoja de él, sigue pensando
“Que este fin bien lo vale, que aún se puede más,
Que hay que sangrar  así medularmente”
Pero tu soledad en ecos se proclama
La elección  de lo ingrato: tu cárcel, tan ansiada.
El eco de tu sombra proyectada sin pausa, sin reparos.
Y la similitud se vuelve carne
se refleja en espejo la que fue tu mirada
Y te ves como él implorando humillada
Por migajas de amor, proclamando a otra nada.
Y en el parir salidas se encuentran en los ojos
Algo en él te recuerda incesantes batallas
Y en el aire que expira corporiza  fantasmas…
“Amor, de mil palabras cruzadas: el corazón muerto,
 (como los corazones en general)                         
es lo suficientemente frío, y aun así
ese hielo es  el mejor lugar para vivir.”
Yacen restos de sueños, víctimas del ocaso.
Él se abraza al  penoso quizás que lo amparaba.
De tu mano se pierde entre la nada.
A sabiendas que vos en  idéntico espejo
Ansiarás dedicar las extintas moléculas de oxígeno
Y acariciar tal vez, con similar  tesón, tu propia nada.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Clepsidra eterna, por Judith Márquez

En los enigmas encontré respuestas
Y melodía en unas notas vagas,
El cimarrón susurro de una noche
Y aquel buzón cargado de mensajes…
Que alguna vez atiborré en cascada.
En los relojes castigué en colores
La bipolaridad de aquel abrazo magro
Recapturé minutos de tu sombra
Y le robé segundos a tu espacio.
Repliqué la clepsidra exactamente,
Con nobles materiales y en escala.
Para cuantificar sonidos de tus labios
Para medir con agua los vocablos,
La canción, la dicción, el lineamiento,
el murmullo, la voz, los mil pretextos
Con los que en este día te he anhelado.

viernes, 23 de abril de 2010

Voces…(caminito que el tiempo no borra). Carta joven a los ancianos que habitan en mí; por Judith Márquez


Han hablado. Son sus voces  mensajeras  susurrando  junto al abrigo del pasado .Desnudando mi presente, advirtiendo mi futuro.  En latencia, aguardando.
Ahora recuerdo quien soy, ahora recupero desesperadamente esa niña perdida que habitaba en la penumbra de las sombras del dolor. Cierro mis ojos abiertos a la marea de los miedos para rescatarlos del desastre. Para librarme de este mundo estéril tan distinto al que veía reflejado en sus ojos.
 Han hablado. Para estrujarlos contra el pecho y no dejarlos ir. Nunca más. Nunca Más. Para envolverme en el amparo indestructible, en su infinito  paso cansado y estoico. Para hundirme en la honradez de sus actos, en sus principios sin tregua.
Y mientras gira la cinta con mensajes ocultos, los de siempre, los que  me habían enseñado y que cubrí  en el camino; renacen  fragmentos de vida.  Un extraño magnetismo acarrea felicidades, cantos hermanos, siestas de buñuelos, tardes de tango, versos nobles, silla verde imborrable. Perfume de violetas, amaneceres de crema pastelera, de caras y caretas y relatos de mitines radicales, de sueños de juventud intentado una Argentina que no fue.
Y los besos de amor eterno que presenciaba entre ustedes,  los que viciaron mis sueños con una  espera infructuosa de un amor igual al suyo que no llega…
Son sus ojos grabados en los míos, es  el azul del cielo añorado del abuelo, es el marrón glasé  de mi nona hacedora de una tierra que dio frutos.
 Siguen hablando. Lloro a mares, a chorros,  a raudales inescrupulosos.
Solo entonces soy, y vuelvo a ser aquello. Lo perdido, lo dormido en mí.
La pequeña colorada de rulos dibujando con puntos; jugando en soledad, escuchando cuentos, volando sin reparos, amasando felicidades.
No, definitivamente el mundo no es como me lo mostraban. No hay grillos que sonríen, ni ratitas  comedoras de queso que ayudan a hormigas. Ya no huelo el pan casero, ni siquiera lo pruebo, no existirá jamás un vaso de leche verde, ni tortas de barro con vasitos de licor. En ningún tiempo cocinaré las mil recetas enseñadas.
¡Cuántos hilos soñarán con estar entre tus agujas, Felipa! Si hasta las plantas más bellas se conmoverían con tu presencia.
 ¡Cuántos nietos soñarán posar sus manitas en las tuyas en un ralé infinito, camino de la escuela, Isauro!
Están en mí, están aquí por los siglos de los siglos, por los tiempos mal vividos, por los buenos y escasos desde entonces, por  el honor que me dejaron como herencia, por la niñez de felicidad perenne que no quiere rendirse, ante tanto mundo estéril.
Soy esto, este puñado de luchas magras en un camino pedregoso, sin mi sweater de hilos especiales, sin la caricias , imprescindibles para respirar. Sin el mundo perfecto, sin el amor eterno.
 Pero siento su luz a cada instante y sus voces me habitan en el silencio; cuando cala en lo profundo la desazón, cómo un páramo a la espera  del río. Es entonces cuando recuerdo que he sido demasiado feliz para  tiempos como estos.
Desmedida  herencia para una mendiga del desierto que se hace millonaria cada vez que la habitan sus  ancianos.