lunes, 21 de febrero de 2011

Oda al último eritrocito en pie


Yo tengo, es bien sabido,
un  triste eritrocito
 discoide , pequeñito.
Que un día en la batalla
del transporte y la entrega
se ha sentido perdido.
La biconcavidad
de horas primigenias
no imaginó jamás
desolación extrema.
Hoy sus días se esfuman,
 y es casi esferocito
me reclama en razones
 se ha quedado vacío.
Así va por la vida, mi pobre
globulito sin descendencia cierta,
sin reticulocitos…
De médula al inerte
camino en capilares
la vida se le escurre
en pálidos finales.
 Yo le ofrezco paupérrima
sideremias nefastas
y él me da sin reparos,
incansable, sin treguas
 difosfogliceratos .
Al vivir con lo mínimo,
con lo escaso , lo magro
el transfunde a mi alma,
(al futuro tan tímido)
ilusorias recetas
de milagro y oxígeno.
En la senilidad
de sus días extintos,
en la recta final
de su divorcio hemínico…
yo lo arrullo, lo observo
y le canto al oído
las más dulces palabras
que tal vez le hayan dicho:
“Diaforático rey, oxidoreductivo”
del perdón de tus días
coroné mis vacíos.