Discurren los aullidos
de la aurora
junto a la lágrima, la voz, el ciego azul
de noches,
acordes truncos de guitarras quemadas.
Y escupes sin piedad, y muerdes horas.
Vuelves impiadosa a un comienzo forzado
como si ilógicamente intentaras
tapar el sol con aquel gris de tus dedos flacos.
Y nieva en este mar…
caen meteoros en cunas vacías,
rasgan la piel,
reavivando heridas.
Lejos sus manos, jamás escucharán que fueron siglos:
de refugio , bastión de salvación , de devoción sin pausas.
Y aquel bastón de ciega que, en tiempos de montaña, te
guiara…
¡Has dado muerte al que te daba vida!
Quieres tal vez, acribillar un nombre,
Y olvidar que también (tal como él) perdiste en el
ocaso
la penosa
batalla de los espejos rotos.
Crepitan sus zapatos bajo la luz asfáltica,
la lluvia lo
detiene en la partida
Más ,junto a él
la patética ceguera
tan
lacrimosamente igual a la tuya.
La misma que en pasado a otros ojos prodigaras.
Se voltea y te mira busca un paso en vos
Busca en la nada…
Busca la luz en vos,
para ganar alguna vez la guerra ansiada.
Y en el adiós brutal aún te aclama.
Se enrosca a tus pies, se arrastra hasta lo indigno
Se despoja de él, sigue pensando
“Que este fin
bien lo vale, que aún se puede más,
Que hay que
sangrar así medularmente”
Pero tu soledad en ecos se proclama
La elección de
lo ingrato: tu cárcel, tan ansiada.
El eco de tu sombra proyectada sin pausa, sin reparos.
Y la similitud se vuelve carne
se refleja en espejo la que fue tu mirada
Y te ves como él implorando humillada
Por migajas de amor, proclamando a otra nada.
Y en el parir salidas se encuentran en los ojos
Algo en él te recuerda incesantes batallas
Y en el aire que expira corporiza fantasmas…
“Amor, de mil
palabras cruzadas: el corazón muerto,
(como los corazones en general)
es lo
suficientemente frío, y aun así
ese hielo
es el mejor lugar para vivir.”
Yacen restos de sueños, víctimas del ocaso.
Él se abraza al penoso quizás que
lo amparaba.
De tu mano se pierde entre la nada.
A sabiendas que vos en idéntico
espejo
Ansiarás dedicar las extintas moléculas de oxígeno
Y acariciar tal vez, con similar tesón,
tu propia nada.