Han hablado.
Son sus voces mensajeras susurrando
junto al abrigo del pasado .Desnudando mi presente, advirtiendo mi
futuro. En latencia, aguardando.
Ahora recuerdo
quien soy, ahora recupero desesperadamente esa niña perdida que habitaba en la
penumbra de las sombras del dolor. Cierro mis ojos abiertos a la marea de los
miedos para rescatarlos del desastre. Para librarme de este mundo estéril tan
distinto al que veía reflejado en sus ojos.
Han hablado. Para estrujarlos contra el pecho
y no dejarlos ir. Nunca más. Nunca Más. Para envolverme en el amparo indestructible,
en su infinito paso cansado y estoico. Para
hundirme en la honradez de sus actos, en sus principios sin tregua.
Y mientras
gira la cinta con mensajes ocultos, los de siempre, los que me habían enseñado y que cubrí en el camino; renacen fragmentos de vida. Un extraño magnetismo acarrea felicidades,
cantos hermanos, siestas de buñuelos, tardes de tango, versos nobles, silla
verde imborrable. Perfume de violetas, amaneceres de crema pastelera, de caras
y caretas y relatos de mitines radicales, de sueños de juventud intentado una
Argentina que no fue.
Y los besos
de amor eterno que presenciaba entre ustedes,
los que viciaron mis sueños con una espera infructuosa de un amor igual al suyo
que no llega…
Son sus
ojos grabados en los míos, es el azul
del cielo añorado del abuelo, es el marrón glasé de mi nona hacedora de una tierra que dio frutos.
Siguen hablando. Lloro a mares, a chorros, a raudales inescrupulosos.
Solo entonces
soy, y vuelvo a ser aquello. Lo perdido, lo dormido en mí.
La pequeña
colorada de rulos dibujando con puntos; jugando en soledad, escuchando cuentos,
volando sin reparos, amasando felicidades.
No,
definitivamente el mundo no es como me lo mostraban. No hay grillos que sonríen,
ni ratitas comedoras de queso que ayudan
a hormigas. Ya no huelo el pan casero, ni siquiera lo pruebo, no existirá jamás
un vaso de leche verde, ni tortas de barro con vasitos de licor. En ningún
tiempo cocinaré las mil recetas enseñadas.
¡Cuántos
hilos soñarán con estar entre tus agujas, Felipa! Si hasta las plantas más
bellas se conmoverían con tu presencia.
¡Cuántos nietos soñarán posar sus manitas en
las tuyas en un ralé infinito, camino de la escuela, Isauro!
Están en
mí, están aquí por los siglos de los siglos, por los tiempos mal vividos, por los
buenos y escasos desde entonces, por el
honor que me dejaron como herencia, por la niñez de felicidad perenne que no quiere
rendirse, ante tanto mundo estéril.
Soy esto,
este puñado de luchas magras en un camino pedregoso, sin mi sweater de hilos
especiales, sin la caricias , imprescindibles para respirar. Sin el mundo
perfecto, sin el amor eterno.
Pero siento su luz a cada instante y sus voces
me habitan en el silencio; cuando cala en lo profundo la desazón, cómo un
páramo a la espera del río. Es entonces
cuando recuerdo que he sido demasiado feliz para tiempos como estos.
Desmedida herencia para una mendiga del desierto que se
hace millonaria cada vez que la habitan sus ancianos.
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