domingo, 1 de noviembre de 2009

Sublevación molecular...recordando a Lord Byron

Definitivamente llevo en mí una pequeña carga de moléculas sublevadas que me gritan al pasar ser de otro tiempo. Impregnadas de romanticismo se levantan  (ultimamente bastante seguido) contra el resto de la materia constitutiva . En ocasiones las escucho  atentamente  y dejo que gobiernen con una libertad que abruma...Luego las castigo criogénicamente y las llevo a un letargo dónde no hay lugar para tibiezas de soles. Leí de una conferencia que está por realizarse en Madrid por estos días. Horas maravillosas dedicadas a recordar el movimiento Romántico y su esplendor. Me dio mucha tristeza estar tan cerca de algunas cosas y tan lejos de tantas otras y descuidé sin querer la hibernación a la que había sometido a las insurrectas moléculas. Comenzaron a girar a generar una entropía instantánea. Caos y más caos se mezclaban con voces que intentaban expresar no sé que cosa. Me esforcé por  tranquilizarme y fue así como pude escuchar profundos ecos  envueltos en profundidades de mar. Eran ellas susurrando, elucubrando incesantes con la brisa de mar de aliada , repitiendo Lord Byron, Lord Byron, Lord Byron. 

 


..."El 22 de enero de 1788, nace, en la ciudad de Londres el que 10 años más tarde, un 21 de mayo, heredaría el título de barón Byron de Rochdale, convirtiéndose en el sexto de ese nombre, George Gordon, el poeta maldito por excelencia, un hombre increíblemente atractivo pese a arrastrar toda la vida el handicap de la deformidad de su pie izquierdo"...

 
La partida (de Lord Byron)

 
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.

Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
loa amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.

Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.

Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena  frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.

¡Adiós!..Quisiera verla... mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo...
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.


Versión de Ismael Enrique Arciniegas