Vélate de
mis dedos largos
Y de las
uñas roedoras del desprecio
Titanic te
negabas a mis ruegos
¡Líbrate¡
de la eremita del parque
Es el momento de la rebelión del iceberg…
¡Presérvate
océano, sepulcro cruel de siglos de aislamiento!
Es el
momento de la ermitaña del silencio
Que clava
su bandera en la cima del volcán,
Aún si tu sal amenazante roza mis pies suplicantes
de camino
Más no le
temo a sangre derramada; ni a la sombra
de su vuelco
¿De qué habrás
de jactarte en este tiempo?
mi turno,
el ansiado, mi momento…
No me
aleja, no me aparta, ni separa,
no tiembla
en mí
ni arremete
como antes tu tormento
Asístete, custódiate,
guarécete de esta borrasca
Del torbellino
henchido en mis secretos viejos
De la
furia del hielo harto en profundidades
Del cúmulo
aberrante en desamor perpetuo
Recógete, consérvate, defiéndete estrella cruel del
desamparo
que
fulgurabas y alardeabas ser tan sólo para ellos
Extrémate,
desvélate es esta la cosecha de mi tiempo
¡Pobre de
aquel poniente atestado en colores!
¡Pobre la
escena ruin que me ocultó tu imagen!
Pobre la
luz que me negó su fuego
¡Arrepentíos
ya!
Transcurren
los segundos y yo emerjo
Emano
atiborrada de pasiones
En esta
unción del subrepticio amor, que hoy es externo.
La
sediciosa estalla y baña con dulzor
Es tiempo
de revancha de sedientos.
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