jueves, 1 de abril de 2010

La rebelión del iceberg, por Judith Márquez


 ¡Sálvate de mí! noche de luna excelsa
Vélate de mis dedos largos
Y de las uñas roedoras del desprecio
Titanic te negabas a mis ruegos
¡Líbrate¡ de la eremita del parque
Es  el momento de la rebelión del iceberg…


¡Presérvate océano, sepulcro cruel de siglos de aislamiento!
Es el momento de la ermitaña del silencio
Que clava su bandera en la cima del volcán,
Aún  si tu sal amenazante roza mis pies suplicantes de camino
Más no le temo a  sangre derramada; ni a la sombra de su vuelco

¿De qué habrás de  jactarte en este tiempo?
mi turno, el ansiado, mi momento…
No me aleja, no me aparta, ni separa,
no tiembla en mí
ni arremete como antes tu tormento

Asístete, custódiate, guarécete de esta borrasca
Del torbellino henchido en mis secretos viejos
De la furia  del hielo harto  en profundidades
Del cúmulo aberrante en desamor perpetuo
Recógete, consérvate, defiéndete estrella cruel del desamparo
que fulgurabas y alardeabas ser tan sólo para ellos

Extrémate, desvélate es esta la cosecha de mi tiempo
¡Pobre de aquel poniente atestado en colores!
¡Pobre la escena ruin que me ocultó tu imagen!
Pobre la luz que me negó su fuego
¡Arrepentíos ya!

Transcurren los segundos y yo emerjo
Emano atiborrada de pasiones
En esta unción del subrepticio amor, que hoy es externo.
La sediciosa estalla y baña con dulzor
Es tiempo de revancha de sedientos.

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