Y
devoraba inviernos de ilusiones gastadas
Masticaba hojas
secas, distancias venideras
Deglutía en
silencio primaveras eternas
Sus aromas,
las flores y quizás su belleza
Ingería
expectante, pero sin mediar pausa
La
secuencia en cadena de maleables veranos
Y tragaba
en exceso, longitudes, caminos
Dentelladas
de tierra, de volumen, y cielo
Mascullaba,
mordía, las ausencias, las sombras
Custodiando
esperanzas de la alianza y encuentro
trituraba
lloviznas, corroía sequías.
Y hasta un
día me hallé digiriendo una estrella
Amparada en
el cruel desenfreno del tiempo
refugiada
en anhelos yo roía y roía
Engullí los
recursos con los dientes gastados
Consumí las
jornadas y períodos sin tregua.
Sin embargo
el desdén, la latencia y hastío
y tu
equívoca voz de que el tiempo no pasa.
La
inclemencia fatal, la erosión del destino
me encontró
atiborrada, con estómago lleno
repugnante
en espacios y en tiempos no vividos.
Con
colmillos sin filo, con el alma en un hilo
Con la
apnea de espera, aguardando un latido.
Sin las
cuatro estaciones, sin fragmentos de cielo
Sin la
estrella que guía, sin la hoja, ni el
viento
Sin la
flor, sin la nieve, sin la brisa o la llama
Sin el
ciclo perenne, sin amor, sin olvido.
Sin la
voracidad como quien se ha vencido.
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