viernes, 22 de octubre de 2010

Coordenadas para cometer un crimen


Esto de acariciarte
Con el extremo sur de mis pestañas
Con la intención, con la razón,
Con el tesón, la misma nada.
Con este aire entre los dos que llaga.

Esto de consentirme
Y concederme este derecho de distancias  magras
De hacerte mío con silencio atroz
Tan sólo con la carne de mi voz callada.

Esto de refugiarme
Acometer y arremeter feroz, voraz
con premeditación y alevosía reiteradas
Sin más excusas, sin perdón y sin coartada.

Esto de elucubrar
La escena exacta, la inclinación, la sala
Y para devorarte y demorarme en vos
en la contemplación de tu mirada.

Esto de respirarte
A 38° latitud del sur, 57 ° longitud oeste
Y para sucumbir, izar el pabellón
desmantelar y reescribir la nueva  trama.

Y para consumirme y consumarte
Y para cometerte y convidarte
Y para contagiarme
Y para concurrir y canturrear
Y tal vez conservarnos y cambiar
Y para concebir el crimen tan deseado.

Y para deslizar  y sistematizar
Y para claudicar, capitular
Y para naufragar
Encontrarte –encontrarme  así sin más
conjugando otro Hado

Resulta imperativo, es esencial
Fundamental. Es primordial.
Establecer la coordenada exacta de tu espacio.

lunes, 18 de octubre de 2010

Caducifolio (A mi madre: mi lugar en el mundo)


No te apagues deciduo
Árbol mío callado
No te escurras, te agotes
No abandones tus soles.

Sé mi bosque por siempre
el de Hood, el de otros.
La madera, el perfume
el refugio y el soplo.

Incipiente, cual brote
me cubriste de estrellas
cuando en mi nimiedad
elevabas  tus ramas
para darme  la luna
a sorbos- cucharadas.

En la metamorfosis
de esta vida, la mía
fui tu brote, la flor,
fui la fruta amarilla.

Hoy soy pájaro azul
de la ignota presencia
no imagino mi nido
sin tu luz, con tu ausencia.

Bajo el fiero huracán
protegiste mi cielo
evitando lo gris
lo cubriste de flores.

Si volar he aprendido
Lo alcancé de tus ramas
En tu hoja inmortal
vi brillar mis mañanas.

He bebido tu néctar
de primaverales años
Y con él, la sapiencia,
la entereza, la aurora,
la esperanza, la fiera.

Vi caer las nevadas,
en tus gajos desnudos
y sorteando estaciones
te cubriste de flores


En veranos de otros, primaveras foráneas
Con tu savia curaste las heridas ajenas.
Aunque en ello restaras el ramal de tus días
al viento regalabas  con tu polen la vida.

Sin embargo pulsaba en tu estoica raíz
un futuro perfecto que latía y latía
Mientras otros bebían…

Y me diste de hogar  rebosante follaje
Para el hoy, el mañana,
la ilusión y los años.

Me enseñaste de arrojos
Y que no hay vuelos vanos
Aferrada a la luna
Soportar las vacíos.

Hoy tu tronco quebrado
Se deshace en mis manos
Y soy nada, soy nadie
Sólo un pájaro gris
que te ve claudicar
sucumbir al ocaso.

Y quisiera sin más
Por el siempre, el perpetuo
ser la savia que bebas
encender primaveras.

Y llegar como vos
con el clima templado
Y serena cual lago
entibiar tus mañanas.

Darle inmortalidad a tus hojas carnosas
Y feliz con mi vuelo
abonar tus raíces
Regalarte esos sueños
Que perdiste, que diste…

Y ofrecerte estas alas
Renacer en tus brozas.             
ave caducifolia
para su árbol perenne.